¿Es posible? ¿Eso existe?... Se preguntan muchas veces con la extrañeza en la voz los que no han pasado de la treintena. Porque, seamos francos, ¿cómo es posible que haya hombres gais o mujeres lesbianas de más de cuarenta? Especialmente los primeros, unidos en el imaginario publicitario y revisteril a chicos guapos, con abdómenes lisos y marcados, algunos casi adolescentes, o a osos modélicos, sólo ligeramente velludos, con músculos de gimnasio y tatuajes de diseño.
Pero el caso es que los que eran gais antes de los treinta envejecen, como todo en la vida y que se puede sospechar con lógica que alcanzan los 40, los 50 y ¡hasta los 60!... ¡gais de más de 60!... ¿qué hacen? ¿cómo pueden sobrevivir? ¿Son aún gais? ¡Pues sí! Resulta que sobreviven, que hay muchos y que hasta pueden ser felices si los dejan.
La juventud es inconsciente, especialmente de su brevedad, de modo que, si bien se ve la vejez y se comprende que llegará a todos de forma intelectual, no se siente de forma vital: es algo lejano, que no se toca, casi incomprensible cuando se disfruta de fuerza física, se vive al día y la preocupación es el futuro, pero llega de forma subrepticia, día a día, triunfo a triunfo o fracaso a fracaso y de repente, un año cualquiera, el antiguo adolescente despreocupado se da cuenta de que piensa ya más en el pasado que en el porvenir y de que hacer grandes planes empieza a ser una extravagancia más parecida a soñar despierto que a cualquier realidad.
Los mayores actuales también han sido jóvenes, han hecho planes y han tenido futuros, pero en épocas menos despreocupadas o con preocupaciones muy distintas, porque lo que ahora puede centrarse en estudios, trabajos y relaciones, antes también sumaba problemas bastante más serios de identidad, represión y fingimiento.
Sería tonto pensar que los jóvenes de ahora lo tienen fácil, pero los LGTB que han llegado a mayores sorteando escollos políticos y sociales, la peste de los años 80 y 90 y la homofobia externa e interna, pueden mirar hacia atrás con cierto orgullo, mirarse al espejo y decirse “sí, estoy aquí y soy como soy”. Porque, aunque no se vea en anuncios y estereotipos, la diversidad sexual no desaparece con la edad y tampoco los deseos que van unidos a ella, pero en su especialidad, en su minoría, lleva los gérmenes que pueden unir a la inevitable decadencia física otros problemas más agudos cuanto más especiales.
Todo el mundo sabe que los viejos se quedan solos, y más aún en nuestro mundo urbano, aislado, de familias lejanas o inexistentes, de amigos que se dispersan o desaparecen y todavía más cuando la jubilación nos aleja de oficinas, escuelas, talleres y compañeros, pero ahí es donde está la diferencia del consciente, del que se da cuenta de que tiene que buscarse un nuevo mundo de relaciones y de que ese mundo será mejor cuanto más afín, del que se da cuenta de que puede vivir solo, pero no en soledad y de que el aislamiento se combate acercándote a tus congéneres, que son como tú, que piensan y sienten igual que tú y a los que no tienes que explicar nada porque lo entienden todo.
Ser mayor también tiene ventajas para quien las sabe aprovechar: hay más independencia, es mucho menos necesario justificar o justificarse y no hay que pensar demasiado en un futuro que puede llegar o no; muchos jóvenes viven al día con más o menos inconsciencia, pero los mayores que viven al día conscientemente viven mucho mejor y disfrutan plenamente de cada momento, de cada compañía, y de cada aprendizaje, porque también se aprende siendo mayor, y se aprende mucho mejor uniendo la novedad a la experiencia.
El Grupo de Mayores surgió de todas estas reflexiones y hay que decir que ha sido y es un éxito en cantidad y calidad. Hemos tenido la suerte de ser organizados y animados por dos personajes como Antonio Moraleda y Ramón Arreal, que nos dejaron demasiado pronto, pero cuya impronta no nos dejará en mucho tiempo, y somos ahora un grupo vital, de compañeros que participan en reuniones, visitas, comidas y fiestas, de amigos que se tratan dentro y fuera de Cogam, y de militantes, semimilitantes o simpatizantes que siguen en la brecha apoyando la causa e implicándose en ella.
Los LGTB no se evaporan con la edad, no tienen porqué volver a las profundidades del armario y pueden tener una vida plena, sin fingimientos, con parejas y amores, igual que todo ser que se precie, se cuide y no se desprecie, y a todo ello ayuda el Grupo con su aliento, su presencia y sus actividades.