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GENTRIFICACIÓN Y GLOBALIZACIÓN, NUEVAS FORMAS DE FASCISMO ECONÓMICO

Últimamente se empiezan a escuchar estos términos dentro del argot popular.

El primero; la gentrificación, hace referencia a la pérdida de características de determinados barrios absorbidos por agentes económicos que inciden en el grupo social al que pertenecían.

El segundo; la globalización, mucho más conocido, pero no por ello menos relevante, establece usos de consumo por parte de los ciudadanos igualándolos en sus costumbres, de un lugar a otro del planeta, y en su forma de vivir o consumir.

Cada día, la publicidad y las empresas buscan nuevos espacios para llegar a los consumidores. Esto se aplica tanto a los lugares donde se establecen determinados comercios, como a las personas que hacen uso de estos lugares. Así cuando se abre un nuevo centro comercial de iguales características a otras franquicias, de alguna manera estamos perdiendo terreno de diversidad comercial en un determinado lugar, pero también incide en actividades no comerciales y veremos cómo.

En el caso de la gentrificación que ocurre en los barrios con ciertas características propias y singulares, como pueda ser un barrio judío, un barrio bohemio, o un barrio gay, son claros ejemplos de cómo se destruyen determinados lugares con identidad propia.

Todo comienza por la incursión de negocios y franquicias que se instalan en un determinado lugar de moda, por ejemplo bohemio. Estas poderosas multinacionales compran el suelo sin ningún tipo de problema económico y ven en ese sitio, un lugar con mucho potencial donde la gente va y tiene que comer, comprar ropa o simplemente consumir un determinado artículo. Normalmente no suelen estar alejados del centro histórico de la ciudad.

Poco a poco, en el barrio van desapareciendo los locales destinados a otro tipo de utilidades y se remodelan instaurando cada vez más tiendas despersonalizadas, y clónicas de otras que hay en todas las ciudades del mundo de igual manera. El suelo de locales para usos no comerciales empieza a desaparecer. También se produce una alta especulación de la vivienda, lo que aumenta los precios de la zona que inicialmente era de bajo coste para sus habitantes. Y empieza a atraer a un consumidor que nada tiene que ver con el que le daba características particulares al barrio pero de alto poder adquisitivo.

Con el tiempo, la gentrificación llena un barrio original con personas clónicas, empresas clónicas y negocios clónicos. Y el barrio en sí mismo deja de tener el encanto original.

Las consecuencias, suelen ser, que este tipo de población originaria, se desplazan al extrarradio, donde el suelo es mucho más barato. Y se crea un barrio alternativo con ese tipo de características originales. O en el peor de los casos, desaparece cualquier tipo de identidad característica llevado por una mezcla cultural y absorbida por el segundo fenómeno.

La globalización, incide en los comportamientos de los ciudadanos. Que cada vez más, hacen las mismas cosas y se divierten de la misma manera. Tienen una sensación al viajar, de que no han salido de su ciudad originaria, pues al ir a cualquier ciudad del mundo encuentran las mismas tiendas, los mismos restaurantes, y las mismas posibilidades de ocio. Pues hay que saber que la gentrificación se produce a nivel global también, es otro efecto de la globalización.

Las nuevas familias, acaban llevando a los hijos a los lugares de ocio y realizando los mismos tipos de actividades que se hacen en cualquier lugar del mundo. O al menos en un 75% de los casos. Dependiendo de la oferta geográfica también y las actividades que se puedan desarrollar en un lugar de costa respecto a uno sin ella, por ejemplo. Pero en general, todas las ciudades medianas o grandes, ofrecen una oferta similar.

El fenómeno nos convierte cada vez más en individuos alienados y dirigidos hacia el consumo y el pensamiento organizado por las multinacionales. Lo que lleva a un fascismo de pensamiento alienante económico, por culpa de la economía voraz, sin casi dejar margen a la singularidad y volviendo la vida algo insulsa.

Hoy en día, lo único que encontramos en las ciudades extranjeras son productos que ya encontramos en nuestra propia ciudad o que podríamos comprar por internet traídos desde china sin ningún tipo de complicación.

Los niños y los adolescentes juegan a los mismos juegos cibernéticos y no cibernéticos en Madrid y en Australia, se crían con las mismas películas infantiles y su mapa cognitivo se vuelve parecido, como si de un lavado de cerebro se tratara. Este se implanta en cada niño y luego en cada padre futuro.

Las sociedades entendidas como los ciudadanos que las forman, cada vez se asemejan más. Debido a los efectos de la globalización y la gentrificación, el mundo se dirige hacia un bucle de posibilidades finitas y recalcitrantes sin espacio para la originalidad o proyectos con falta de dinero.

Marginalidad y especulación serán los dos territorios implantados en la materia gris. Y la sensación de frustración de no poder salirse de la norma o crecer será algo cada vez más instaurado en los corazones deshumanizados.

La desaparición de los libros, el paso a lo audiovisual y el ciberespacio acabarán por hacer desaparecer los sueños de millones de personas que lo único que harán será clonar los sueños de unos a otros y simplemente querer ser lo que otro quiere ser en otra parte del mundo.

La pérdida de la singularidad y la copia, regirán el futuro cercano de nuestro universo conocido. Solo aquellos que puedan escapar a la marginalidad de las ciudades, fuera de su efecto podrán mínimamente generar ideas propias. Aunque el cibermundo implantará las formas definitivas de pensamiento en todos los humanos. Pues todos estaremos pronto conectados a la red que nos dirá que consumir y cual será nuestra nueva cultura.

Una de las pruebas más evidentes de esto, son los humanos enganchados al móvil. Secuestrados cada día, pagando con su dosis de tiempo conectados a la red social alienante. Demuestra que ya no son dueños de sus ilusiones y que les dictan incluso lo que deben escuchar, ver, jugar, hablar, comentar, pensar, etc.

Antes, no nos felicitaban los cumpleaños, más que aquellas personas que se acordaban, y para las que éramos realmente significativas.

Hoy en día, todo el mundo se apunta a una felicitación por wasap o Facebook, aunque no sea más que una mera obligación social, que en ningún caso es sentida en profundidad, pero es oportunista y obligada  moralmente. Como si se tratara de un pésame en los pueblos pequeños. En realidad, en circunstancias normales, no se habría felicitado a esa persona, y aquel o aquella, sentiría de verdad a aquellos que le felicitaron.

Por si fuera poco, la red social, y los programas cambian con tanta rapidez por culpa de su competición comercial, que no nos dan tiempo a adaptarnos, y lo único que hacemos es consumir “gratuitamente”, probando programas y más programas del móvil, según sea la moda a costa de nuestro tiempo personal. Lo que no deja ningún tiempo a la originalidad, debido al tiempo que hay que emplear en adaptarse a la nueva moda. Tiempo de consumo que consume nuestras aspiraciones personales y particulares que nunca se llegarán a desarrollar por la falta de tiempo.

A esto habrá que sumarle la adicción a la tecnología que ya hoy en día empezamos a encontrar en los sujetos. Aquellos que pasan más tiempo en la realidad virtual que en la verdadera realidad mundana y carente de aparentes estímulos. Un caldo de cultivo propicio para no estimular el área creativa y si la adictiva y dirigida en manos de la publicidad abusiva.

¿No tienen la sensación últimamente que no les queda tiempo para hacer nada? ¿Qué van pasando los días y posponen determinados asuntos, porque no les da tiempo a dedicarse a eso y priorizan en otras necesidades mucho más básicas?

¿Cuántos de ustedes reconocen haber restado tiempo a su lectura de libros, por lecturas mucho más ligeras o cibernéticas?

¿Cuántos han dejado incluso de ver la televisión y determinado tipo de programas, como los documentales, porque tienen que emplear su tiempo en…?

Si las respuestas a estas preguntas empiezan a inquietarle, entonces es que se está globalizando mentalmente.

Vivimos un mundo de impaciencia lleno de estímulos que nos impiden concentrarnos o focalizarnos lo suficiente como para crecer por dentro. Siendo adictos a la tecnología. Con hábitos de consumo globales y con pérdidas de singularidad cada vez mayores debido a la gentrificación.

Me dirán que nunca hemos sido libres en la historia de la humanidad, pero podemos ser menos libres con determinados agentes actuando a nivel global.

 Rodrigo González Llorente

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