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LLEVENLOS AL PSIQUIATRA

Pope Francis Korea Haemi Castle 19 (cropped)

Cuando uno está avergonzado, a veces no se sabe qué decir, de modo que se balbucean excusas mezcladas con lo primero que a uno se le ocurre para excusarse de algún modo, pero a menudo se dicen tonterías no demasiado meditadas, llevado por el apuro de estar expuesto a la vergüenza.

Supongo que eso es lo que le ha pasado al Papa Francisco, después de la humillación sufrida en Irlanda, país antes tan católico y ahora tan crítico con el catolicismo romano, especialmente después del nuevo escándalo de Pennsylvania, porque no de otra forma se puede entender que haya recomendado a los padres que, si tienen hijos pequeños y detectan tendencias homosexuales, “harían bien en llevarlos al psiquiatra”.

Soy de los que cree que Francisco tiene sólo otra actitud más respetuosa con la diferencia, pero no un deseo auténtico de reformar teología y dogmas, que siguen siendo los mismos e impidiendo cualquier evolución positiva de su Iglesia, pero una tal recomendación no deja de ser un claro paso atrás incluso en la actitud, porque si considera que la homosexualidad es una enfermedad, va en contra de todo el consenso científico actual y, si lo que pretende es aconsejar alguna clase de “terapia de conversión”, esta proponiendo algo claramente inútil y nocivo.

Creo que es más lo primero que lo segundo, pero esto sólo demuestra la imposibilidad que tiene la Iglesia Romana de aceptar el sexo en general como algo positivo, con las consecuencias que se derivan para su esquizofrénico código moral, cada vez más separado de la sociedad, el conocimiento y el mero sentido común.

¿Quién debería ir al psiquiatra? No creo que los niños pequeños todavía inocentes, aunque tengan una orientación no concorde con el dogma oficial, pero sí muchos de los clérigos y jerarcas que siguen propalando doctrinas morales que sólo culpabilizan, excluyen y condenan por seguir los instintos más naturales, negando a sus víctimas la capacidad de amar y ser amados y condenando a sus ministros a la neurosis por privación, cuando no a la pedofilia por desesperación.

Entre moral imposible y machismo arraigado, la Iglesia Romana se queda hoy sin sacerdotes, sin fieles y sin prestigio en una decadencia imparable en sus antiguos territorios de base. Esto no siempre es bueno, como se ve por la conquista de América Latina por evángelicos fanáticos, pero podría revertirse en parte si se suprimiera el absurdo celibato y se abriera el camino a las mujeres en el sacerdocio.

También, y aunque suene a herejía, si se reconociera que el amor entre personas del mismo sexo no es “desordenado”, puede ser moral y va de acuerdo con la naturaleza, como demuestran la ciencia y el sentido común. Pero para esto lo primero es desmontar el castillo de prejuicios que convierten el placer físico en algo malo, menos cuando es reproductivo, negando la verdadera naturaleza humana, que no se hace mejor ni más elevada por la privación constante y absoluta, sino por la administración consecuente de lo que es un regalo más de la naturaleza (¿Dios?).

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